jueves, 22 de diciembre de 2016

RECUERDOS DE ATLÁNTIDA: PERSEO

El recuerdo de la Atlántida se encuentra en las leyendas del jardín de Edén de la Biblia, del jardín de las Hespérides de los griegos, del Asgard de los escandinavos, del Tir nan Og de los celtas y en todas las leyendas de una tierra misteriosa y maravillosa, en la que moraban Dioses y mortales semejantes a Dioses. 

La historia del Diluvio, con diversas versiones en las tradiciones de casi todas las razas antiguas y modernas, es simplemente el recuerdo de la catástrofe que hizo desaparecer la Atlántida.





De la misma manera, la huida de algunos de los atlantes por un estrecho puente de tierra que unía la Atlántida con lo que es actualmente Bretaña se conserva en las leyendas del peligroso Puente del Arco Iris, con su filo de navaja, que los escandinavos creían ser el único camino que conducía a Asgard, la morada de los Dioses; en la famosa "Calzada del Infierno" de los libros religiosos de la Edad Media; en las leyendas similares de los Hindúes, Mayas y Turanios. 

Los Dioses y las Diosas de los antiguos griegos, los fenicios, hindúes y escandinavos son simplemente los Reyes, Reinas y Héroes de la Atlántida, y los hechos que se les atribuyen en la mitología son un confuso recuerdo de sucesos históricos reales.


Perseo es uno de los muchos héroes de la Atlántida nacidos de los amores de Zeus con una mortal de la ciudad de Argos. Su nieta Alcmena será la madre de Heracles.


Un oráculo había predicho a Acrisio, rey de Argos, que su hija Dánae traería al mundo un hijo que lo mataría. Para evitar el Destino, Acrisio encerró a su hija Dánae en una cámara subterránea de paredes de bronce, pero Zeus, metamorfoseado en lluvia de oro, entró por una hendidura del techo, logró fecundar a Dánae y de ello nació Perseo.




Durante algún tiempo Dánae crió a su hijo en secreto, pero Acrisio consiguió averiguar la verdad y la encerró junto con el niño en un arca que luego lanzó al mar. Las olas los llevaron hasta una de las islas Cíclades, la isla de Sérifos, donde un pescador los acogió y educó al niño.

Algunos años más tarde, Polidectes, el rey de la isla de Sérifos, se enamoró de Dánae y quiso alejar a Perseo, que ya se había convertido en un valeroso héroe. Durante un banquete y recurriendo al engaño, consiguió que Perseo prometiera que traería la cabeza de una de las tres gorgonas, Medusa, la única gorgona mortal, un monstruo con cabellos de serpientes y un rostro tan aterrador, que convertía en piedra a todo aquel que se atrevía a mirarlo de frente.


Poseidón, de la Atlántida, transformado en caballo, había osado unirse a Medusa en un templo de la diosa Atenea. Las tres gorgonas habitaban no lejos del jardín de las Hespérides, en el extremo Occidente.


Gracias a la ayuda de Hermes y Atenea, Perseo consiguió llevar a cabo esta hazaña.


Acudió en primer lugar ante las grayas, hermanas de las gorgonas, de las que consiguió saber los secretos que le permitirían llegar hasta las gorgonas.


En segundo lugar, las ninfas entregaron a Perseo unas sandalias aladas, un zurrón y el casco de Hades, que tenía el poder de hacer invisible a su portador.

Hermes le proporcionó además al héroe una afilada hoz de acero para cortar la cabeza al monstruo.


Con estos armamentos y pertrechos, Perseo llegó a la morada de las gorgonas, situada en el extremo Occidente, no lejos del reino de los muertos.


Las monstruosas gorgonas dormían cuando Perseo, gracias a sus sandalias voladoras, llegó junto a ellas y consiguió cortar la cabeza de Medusa, sin mirarla de frente y sin riesgo de ser visto, siguiendo sólo la imagen reflejada que le daba su escudo, que podría ser el de la misma Atenea.





De la sangre que escapó de la herida de Medusa surgieron dos seres engendrados por Poseidón: un caballo alado, Pegaso, y un gigante armado con una espada de oro, Crisaor.

Perseo metió la horrible cabeza de la gorgona en el zurrón y huyó librándose de las otras dos gorgonas gracias al casco de la invisibilidad.


En el camino de regreso pidió hospitalidad al gigante Atlas, también llamado Atlante. Como éste se mostró poco hospitalario, Perseo sacó la cabeza de Medusa y la blandió ante el gigante, que quedó petrificado al mirarla y se convirtió en montaña. Atlas o Atlante dio nombre al alto macizo de montañas situado en el norte de África. Tiene su correspondencia perfecta en el maya Atlanteotl.


El gigante Atlas, hijo del titán Jápeto y de la oceánide Climene, pertenece a la primera generación de dioses. Era hermano de Prometeo y de Epimeteo. Sus hijas eran las siete Pléyades y las tres Hespérides, vigilantes, con ayuda de un dragón, del jardín de los dioses. Fue condenado Atlas a soportar sobre sus hombros la bóveda celeste por toda la eternidad como castigo por haber participado en la lucha de los gigantes contra Zeus.


Después de muchas y azarosas aventuras, se cumplió el destino que Acrisio quiso evitar. Perseo no consideraba apropiado ocupar el trono de su abuelo Acrisio, al que había matado accidentalmente en unos juegos funerarios, y cambió el trono de Argos por el de Tirinto con un primo de Dánae. Se atribuye a Perseo la construcción de las murallas de Micenas.

El amurallado recinto de Tirinto fue construido por la misma época que el de Micenas y pertenecía a los mismos príncipes, como una segunda residencia situada junto al mar.


Micenas (la ciudad del rey Agamenón, el que emprendió la conquista de Troya) se sitúa a 90 kilómetros al sudoeste de Atenas. Sus primeros signos de asentamientos permanentes se fechan hacia el 3000-2500 a. C.

Primera en el tiempo parece una serie de enterramientos en pozo, o foso, rodeados de un doble muro de piedra en anillo; le sigue un segundo círculo de enterramientos en pozo muy semejante incluido dentro del recinto amurallado del palacio, donde se hallaron ofrendas y máscaras funerarias de oro;




lo más reciente son las imponentes murallas, con el relieve de los leones sobre la entrada, y el palacio real de Micenas y las tumbas monumentales en forma de cúpula.





Entre sus restos más visibles se cuentan los muros ciclópeos de las ruinas de la acrópolis y las construcciones funerarias, como el llamado “Tesoro de Atreo”.




Una de las más interesantes creaciones de los señores de Micenas fue la red de caminos (incluso con puentes) construida por ellos para los carros de combate. El empleo del carro unido al caballo es la aportación de los señores de Micenas a Grecia. Pero su cultura se fraguó tomando muchos elementos de la refinada civilización cretense, de tipo atlante. La realeza micénica vivió su época de apogeo en los siglos XIV y XIII a. C.

Otros palacios de la Argólide son los de Midea, al nordeste de Tirinto, y de Asine. En fuentes egipcias, Micenas aparece mencionada como perteneciente al país de Danaya, junto a otros lugares griegos.

En la misma época de Tirinto y Micenas hubo otros centros de poder cuyos vestigios son: el palacio de Pilo (Navarino) en el suroeste del Peloponeso, llamado "palacio de Néstor" (nombre del legendario rey del poema de Homero); las tumbas al sur de Esparta; la residencia real en la Acrópolis de Atenas; en Beocia (Tebas, Orcómeno, con el "tesoro de Minya", y el palacio de Gla, cuyo recinto amurallado podría casi encerrar siete veces al palacio de Micenas); en Tesalia (Sesklo, Dimini, Volo, con la fortaleza de Iolco).


Tal como demuestran los restos de las fortalezas de la época micénica, el auténtico estilo de vida de los príncipes y de su corte era mucho más brillante, más refinado, de lo que los griegos de la época homérica y el mismo Homero se imaginaban. Como dice el historiador Moses I. Finley, se equivocaban al ver en los señores de Micenas y Pilo sus antepasados y predecesores inmediatos, no sólo en el aspecto biológico, sino también en el social y espiritual.

Lamentamos tener que inhabilitar los comentarios para evitar las entradas de comentarios fuera de lugar que enlazan con links y promociones de tipo casi delictivo industrial, comercial, casinos, criptomoneda, pornografía y demás.