viernes, 7 de julio de 2023

Mondongs, creencias australianas

 

De todos los minerales que hemos arrancado de la tierra ninguno ha sido tan reverenciado más tiempo y más universalmente que el ocre rojo, considerado sagrado desde los Andes hasta la India central. Fue el primer símbolo material de las culturas humanas, utilizado para saltar del mundo físico al metafísico.

En la antigua Australia, el ocre rojo era el centro de todos los rituales religiosos aborígenes. Se mezclaba molido con agua, zumo de orquídea, orina y sangre y se utilizaba para pintar imágenes sagradas en refugios de roca, se aplicaba a los escudos antes de la batalla y a los bumeranes antes de cazar, a los jóvenes al entrar en la edad adulta, a los cadáveres de los difuntos.

El ocre conecta a los aborígenes con su era mitológica de la creación, “el Tiempo del Sueño”, cuando el continente conocido como Australia era una extensión amorfa y prístina.

En el Tiempo del Sueño, la tierra estaba poblada por los Ancestros, animales enormes y poderosos que se movían por el paisaje siguiendo rutas marcadas y crearon todas las colinas, los ríos, las rocas y los árboles. Se decía que el ocre rojo era la sangre de los Ancestros; y que donde hubiera un depósito de ocre había muerto uno de ellos. Extraer ocre de la tierra, frotarlo con un objeto, pintar con él en la pared o aplicárselo en la piel era captar la esencia de los Ancestros.

 

Will Hunt, escritor, fotógrafo y profesor en Nueva York, viajó a la Australia occidental, a una mina antiquísima de arcilla bermeja y hierro en las colinas de Weld Range.

Varios antropólogos australianos le explicaron a Will Hunt que buena parte de las 250 tribus australianas se habían visto gravemente diezmadas hacia 1950, y que muchas costumbres sagradas como los rituales de extracción de ocre habían desaparecido y las minas habían caído en el abandono y el olvido.

Todas menos la de Wilgie Mia llamada Thuwarri Thaa (el lugar del ocre rojo). Regentada por un anciano líder de los Wajarri, llamado Colin Hamlett.

La empresa Sinosteel Midwest había obtenido un permiso para construir una mina en una zona del Weld Range. El líder de los Wajarri se pasó años impidiendo que se otorgaran los permisos, pero acabó transigiendo al reconocer beneficioso para su pueblo el acuerdo económico.
 

Este líder de los Wajarri, Colin Hamlett, invitó a Will Hunt a su campamento familiar y a la mina sagrada. Para empezar el anciano le contó que la mina de Wilgie Mia fue creada en el Tiempo del Sueño por el ancestral Marlu (‘Canguro Rojo’) cuando fue herido y su sangre iba creando colinas y al final creó la mina de ocre de Wilgie Mia.


Will Hunt describe la senda ritual del Marlu que hizo con Colin y su familia hasta la mina. Pasaron por lugares desolados e inhóspitos, y cuando los ojos de Will “se adaptaron al paisaje” pudo rastrear mejor los vestigios de muchos habitantes y visitantes del pasado.


Afirma Will Hunt : “Desde que extraemos minerales de la tierra, la minería ha sido un acto espiritual acompañado de elaborados rituales y ceremonias. (…) El acto de extraer minerales de la tierra era considerado una transgresión espiritual”


Casi todas las minas del mundo estaban protegidas o hechizadas por un espíritu de la tierra, en las ucranianas era Shubin, en Alemania los Fänkemannikins, gnomos y trolles, en Inglaterra los Knockers.

Nadie se atrevía a extraer piedras o minerales de la tierra sin entablar una negociación con esos seres. Intervenían sacerdotes y chamanes en la construcción de las minas.

Sacerdotes y chamanes supervisaban los cimientos de las ruinas, se construían santuarios y templos en la entrada y se hacían ofrendas. En la cultura mandinga de África occidental un minero se aislaba del resto de la sociedad durante varios días, ayunaba, practicaba la abstinencia sexual para purificarse antes de bajar a cavar la tierra, porque las piedras y los metales ocultos en el subsuelo son como “embriones”, “fetos”, “vástagos” de todo ese cuerpo vivo que es el cuerpo terrestre.

Si los mineros de la antigüedad vieran nuestras prácticas mineras e industriales actuales, mostrarían repulsión, señalarían nuestro sacrilegio, nuestra falta de entendimiento con los espíritus.

La noche antes de bajar a la mina, Colin y su familia relataron a Will Hunt historias sobre los mondongs de la mina: menudos, de piel oscura y desnudos habían aparecido ante algunos antropólogos que fueron a Wilgie Mia, y los estudiosos se marcharon y no volvieron nunca.
 

Al día siguiente, subieron a la colina para luego contemplar un gran agujero rojo, el rojo primordial. Cuando el sol se elevó y la luz entró en la mina, el ocre brillaba y cambiaba de color. Bermellón, violeta, rosa, la mina parecía moverse, respirar, palpitar.
 

En la empresa Sinosteel estaban ansiosos por iniciar las excavaciones. Había pasado mucho tiempo desde que se concedieron los permisos y ahora llevaban muchos años de retrasos. Sinosteel se había topado con demoras y reveses a cada paso. Se había cancelado la financiación, se habían derrumbado infraestructuras, y algunos políticos locales habían echado por tierra sus aspiraciones.
 

Al dejar atrás las colinas, Will Hunt imaginó a los mondongs avanzando por el Weld Range y haciendo todo lo posible por boicotear a los mineros que no habían acatado las leyes, que habían sido irrespetuosos con su dominio en las montañas y perdido el contacto con las viejas costumbres de la tierra. Will Hunt editó su libro Subterráneo en 2018, y con traducción de Efrén del Valle, Editorial Crítica (Planeta), Barcelona, en 2020. 

 

En las páginas finales, explica: “yo no viajé al subsuelo como peregrino. No me disponía a iniciar un viaje místico ni a recuperar conocimientos sagrados. Pero, al caminar en la oscuridad, sentí que la forma del mundo cambiaba (…) El subsuelo me ayudó a reconocer las costuras de inefabilidad del mundo (…) Me enseñó a no eludir lo sagrado sino a volverme hacia ello y mirarlo de frente.”

 

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