miércoles, 30 de enero de 2019

RECUERDOS DE ATLÁNTIDA: CANARIAS





Los guanches constituyen una de las claves fundamentales de la realidad de los atlantes, sobre todo cuando resulta difícil situar el momento en que se poblaron las islas Canarias.

La insularidad de Canarias actúa no sólo como factor retardatario y conservador sino como creador de auténticos “islotes culturales”. Los aborígenes canarios, de filiación beréber, al parecer no mantenían contacto entre ellos mismos, formaban grupos diferentes, pero se les otorga en general el nombre de guanches. Sin embargo, la influencia africana y los préstamos directos o derivados del mundo mediterráneo constituyen las bases materiales de unas culturas que empezarán a diferenciarse y a asumir procesos independientes y autónomos.

A los insulares de Canarias les decía su memoria que ellos eran los únicos sobrevivientes de un mundo que había desaparecido, pero del que ellos se habían librado refugiándose en los montes más altos. Su nombre, “guanche”, significa ‘hombre solo’, que se refiere al hombre aislado en los montes después del desastre de la Atlántida, pero también hombre que, según sus tradiciones, por el mar esperaría una luz para percibir y entender. Los “guañamenes” hablaban de gentes blancas que llegarían a las islas sobre grandes pájaros para enseñorearse de ellas.
 
En las islas quedan bastantes vestigios que hacen suponer la coexistencia de razas de nivel cultural muy diferente. Por tanto, hay diferentes fases antropológicas reunidas en las islas Canarias. En Lanzarote se recordaba la tumba de un atlante que medía 22 pies de estatura y se llamaba Mahán. Otras tumbas de gigantes (o de atlantes) han aparecido en la aldea de san Nicolás (Gran Canaria), en el término de Tejeda, en Temiras y en otros pueblos isleños. La capacidad craneana de las momias guanches casi nunca baja de 1900 cm3, cifra superior a las más altas que se conocen.

 

Algunas jarras desenterradas tienen motivos idénticos a los que adornan la cerámica egipcia expuesta en el Louvre. En la cueva palmeña de Belmaco y en la de Los Letreros de Hierro hay jeroglíficos semejantes a los egipcios.
 
Los geógrafos árabes (Masudi, Abraham el Himiarita, Al-Idrisi) también hablaron de las islas Canarias, como seis “islas perennes”, con hombres de alta estatura, de un color rojizo y atezado, de cabellos largos, y mujeres de notable belleza.

 
Cuenta la tradición que, cuando los españoles llegaron a las islas Canarias, y Juan de Bethancourt se disponía a tomar por las armas el sitio en nombre de Enrique III de Castilla, apenas encontraron resistencia entre los aborígenes. Dos sacerdotisas venidas del Cielo, una llamada Tabianin, y otra llamada Tamonante, su hija, profetizaron que del mar vendrían unas gentes que les explicarían lo que habrían de hacer.

 
Cuando los españoles llegaron, los insulares vivían con los métodos y conocimientos del neolítico. Habitaban en cuevas, decoradas con pinturas geométricas y con formas humanas. Su alfarería era muy rudimentaria. Pero su estructura social estaba bien organizada en tribus encabezadas por un jefe o caudillo que en cada isla recibía un nombre (”guanarteme” en Gran Canaria) y que transmitía el poder de forma hereditaria. También había un consejo o “sabor” donde doce nobles eran consejeros de la guerra. La momificación fue general en Tenerife, pero en Gran Canaria estaba reservada a los nobles. Su escritura queda aún en inscripciones y grabados en piedra que certifican el origen beréber y la influencia cartaginesa.

 
En Gáldar, una de las dos capitales aborígenes de la isla de Gran Canaria, está la necrópolis localizada en 1934 por unos pescadores (Pepo Saz Paz, 2015). Al visitar la necrópolis, vemos varias dependencias aborígenes, el gran panteón de los “guanartemes”.

 
En la isla de Gran Canaria se observa la existencia de una primera Cultura de las Cuevas, en la que se practica la momificación de los difuntos protegiéndolos con tejidos de fibra vegetal. Los guanches tuvieron un elaborado culto a los muertos: practicaban el rito de embalsamar a los difuntos. Por eso en sus necrópolis se observa orden, respeto y veneración hacia la muerte. Los embalsamadores guanches, igual que los ministros inferiores de la momificación en Egipto, no tenían trato ni conversación con persona alguna, ni nadie se atrevía a llegarse a ellos, porque los tenían por contaminados e inmundos.


CUEVA PINTADA. GÁLDAR

Una cultura posterior denominada Cultura de la Cueva Pintada está representada por hipogeos decorados con figuras geométricas, como la Cueva Pintada de Gáldar, y por ricas cerámicas con motivos lineales en rojo, así como idolillos zoomorfos y antropomorfos en terracota. La Cueva Pintada ha sido convertida en museo y parque arqueológico con uno de los mejores testimonios del arte aborigen canario: frisos con motivos geométricos pintados en rojo, negro y blanco, y el lugar permite conocer la vida de la princesa Arminda, antes y después de la conquista castellana.
 
Por último, se desarrolla la Cultura de los Túmulos del que es un buen ejemplo el Túmulo de la Guancha en Gáldar. Las piezas funerarias, utensilios y momias embalsamadas encontrados se conservan y exhiben en el Museo Canario de Las Palmas.


MAIPES

Hacia el interior de la isla de Gran Canaria, Agaete resulta importante por la cantidad de yacimientos arqueológicos: parque arqueológico del Maipes, la mayor necrópolis autóctona de Gran Canaria; Cuevas de Vizvique; habitaciones del barranco del Juncal; recinto de El Candil; enterramientos del Roque Partido.

CENOBIO DE VALERÓN

En un desvío de Santa María de Guía, vamos al Cenobio guanche de Valerón. Los cenobios canarios eran graneros colectivos excavados en la roca en lugares de difícil acceso que servían de protección natural contra posibles saqueos por parte de animales y pueblos enemigos. Suelen estar situados en lugares secos y expuestos al sol para almacenar y proteger el grano de la humedad, las cosechas agrícolas y ganaderas (carne, queso, miel, resina forestal). La entrada constituye un paso estrecho deliberadamente para defender el conjunto.


El cenobio de Valerón, situado en la Montaña del Gallego, al norte de la isla de Gran Canaria, quizá sea el mayor exponente de estos depósitos fortificados (Juan van der Eynde, 2003). Aprovechando las ventajas de una cubierta natural ya dada por el terreno, los antiguos pobladores canarios excavaron en el interior alrededor de 300 cámaras o silos y algunos habitáculos que hacían las veces de depósitos; en ellos se detectan las huellas de las tapas usadas para aislar el grano. En las paredes se conservan grabados de agradecimiento, altorrelieves sobre costumbres y apuntes contables de los productos almacenados. En la parte alta del mismo se mantiene intacto un “tagoror” (estancia cubierta) de grandes dimensiones, donde se reunía el consejo de gobierno y justicia, presidido por un “guanarteme”.
 
Según la creencia popular, además del grano, en los cenobios se encerraba a las doncellas, que esperaban hasta el momento de su matrimonio.


MONTAÑA DE LAS CUATRO PUERTAS





Pasada Telde, la otra capital aborigen canaria, se halla la montaña de las Cuatro Puertas, un lugar sagrado para los guanches. En la parte alta del monte hay cuatro entradas por las que se accede a una estancia, tallada en piedra, de grandes dimensiones, y en cuya cima una plataforma indica el lugar de las ceremonias. Los guanches creían en un solo dios supremo, un dios del Cielo, llamado Acoran en Gran Canaria, Achihuran en Tenerife, Eraoranhan en El Hierro, Abora en La Palma. En el este de la montaña, una escalera labrada en roca volcánica nos permite acceder a las habitaciones y graneros, conocidos como los Pilares de los Guanartemes.

SELLO DE PINTADERA


En la montaña de las Cuatro Puertas aparecieron las famosas pintaderas o piezas de barro cocido con mango circular, triangular o rectangular y relieves geométricos en su cara inferior. Los símbolos trazados en ellas son alegorías de la matriz humana o mapas dinámicos del firmamento (Sánchez Dragó, 1978). Imágenes semejantes se han encontrado en la cueva budista de Saptapana, en las pirámides del Nilo, en los yacimientos mejicanos de Chicomozoc y Pacaritambo, en los nuragh de Cerdeña y en los megalitos de las islas Baleares, en los Andes y en Guatemala. Con estas pintaderas, cree Mario Roso de Luna, el Mencey marcaba en el adepto los grados esotéricos, correspondientes a las iniciaciones recibidas, según la rectitud de pensamientos, sentimientos y acciones.
 
Más al sur, cerca de Agüimes nos adentramos en un lugar mítico, el barranco de Guyadeque, un cañón con paredes verticales de hasta 400 metros de altura.


GUYADEQUE

Y en dirección a Arinaga, se llega al barrio de los Corralillos. Desde aquí vemos el majestuoso roque Aguayro, con varios yacimientos arqueológicos, y de gran devoción para los canarios, y el barranco de Balos, donde se encuentra un conjunto notable de grabados rupestres: pinturas con figuras humanas estilizadas y con formas de letras similares a las ancestrales de Libia.

BALOS


2º parte. Continúa en:

recuerdos-de-atlantida-canarias-2 
 

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