miércoles, 29 de junio de 2016

LOS NESITAS, LLAMADOS HITITAS

Una parte de las concepciones desarrolladas entre los nesitas/hititas y las otras poblaciones de Anatolia constituyen antecedentes o puntos comunes con tradiciones grecorromanas. Se constata este hecho en algunas divinidades y sus nombres (Istar/Afrodita; Kubaba/Cibele; las protectoras Lamma/Ártemis; el dios de las tormentas Tarkondas/etrusco rey Tarquinio), la veneración de algunos santuarios (Kumanni/Comana), los mitos transmitidos (Kumarbi/Crono; Tesub y Hebat/Zeus y Hera), las costumbres funerarias de los reyes hititas y las de la Iliada para los héroes Héctor y Patroclo, las hilanderas infernales de los mitos hititas se parecen a las Moiras de Grecia, el mito del "gran viaje del alma" a los textos órficos, etc.

Entre los griegos del primer milenio antes de Cristo, en sus referencias literarias se conservaron ecos lejanos de la época tumultuosa del 1200 a. C. (desaparición de Micenas y del Imperio hitita) en sus relatos semi-legendarios. No se puede descartar que el conflicto bélico narrado por Homero en Troya (Wilios, la más que probable región hitita de Wilusa) pudo hacer referencia a acontecimientos históricos en los que los motivos económicos y estratégicos involucraron a los aqueos micénicos y a los anatólicos, entre estos los hititas. 

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No se sabe cómo los hititas pudieron transmitir esta herencia mítico-religiosa de Oriente a la Anatolia occidental y al ámbito del mar Egeo, pero parece innegable el contacto entre los hititas y la cultura griega de los aqueos micénicos -con toda certeza, los "ahhiyawa" citados en los documentos hititas-, tal como la arqueología y los textos permiten confirmar. Los lidios y los frigios también transmitieron gran parte del legado hitita, hurrita y mesopotámico a Grecia.

Llamados "hittim" en el Antiguo Testamento, los hititas forjaron un Imperio que abarcó la mayor parte de Asia Menor y de Siria. Su capital radicaba en las altas montañas de Capadocia; su lengua oficial era indoeuropea; los bajorrelieves egipcios los representan con caras afiladas y narigudas.




Se puede explicar la formación de este Imperio bien recurriendo a la razón de la invasión de los nesitas (indoeuropeos) desde el interior de Asia al territorio de los hititas (asiánicos), con los que se mezclaron; bien sin recurrir a la razón de una invasión desde fuera, de la que no hay textos ni vestigios arqueológicos que la confirmen. Probablemente, el monarca de una sola ciudad, con el modesto patrimonio de que disponía, lograría imponer a otras ciudades su autoridad con el respaldo de un grupo de seguidores. De esta forma se constituyó el primer Estado hitita.

Los textos de Bogazkoy acreditan que, además de la lengua hitita, se hablaban en la Anatolia del segundo milenio antes de Cristo otras lenguas indoeuropeas (lúvico, palaico), además de las no indoeuropeas.

Al norte, los peligrosos "kashkaes"; al sur, los de "Arzawa" se mencionan como rivales de los hititas.

La lengua hitita era la lengua de Anitta, el fundador del antiguo reino, y del clan de sus seguidores. Las excavaciones de Kültepe proporcionaron testimonios como la punta de lanza con la inscripción "Palacio del príncipe Anitta". En su corte era normal el uso de textos bilingües. El padre de Anitta, Pitana, rey de Kusara, se apropió de una ciudad llamada Nesa (Kültepe), más importante que la suya: su rey fue depuesto, pero la población recibió un trato amistoso. Los hititas se llamaron a sí mismos y a su lengua NESITAS; el nombre con que han sido conocidos no es más que un error de los historiadores mantenido. Nesa se identifica como ciudad con la asiria Kültepe, hoy Kaiseri, junto al río Halis, en que se asentó la colonia comercial asiria de Kanes.

El enemigo de Pitana se llamaba Hatti (la posterior capital del imperio hitita/nesita), cabeza de una confederación contraria a Anitta. Aprovechando un momento de debilidad de Hatti, Anitta se apoderó de ella por sorpresa, la arrasó y maldijo a sus descendientes. Pero Hatti fue reedificada sobre sus cenizas y se le devolvió una estatua de su dios Siusumi.

Hattusili I proclamó como sede de su gobierno Hatti, llamada Hattusa (actual Bogazkoy), porque sólo esa localidad permaneció al lado del rey cuando los pueblos hurritas penetraron en su país. Las guerras que se dirigieron hacia las ciudades de Siria y Mesopotamia le proporcionaron ganancias cuantiosas de oro y plata. La potencia y la movilidad del ejército hitita/nesita es muy reveladora de un Estado fuerte.



Los documentos hablan de campamentos fortificados dentro del país de los hititas/nesitas y de unidades puestas a disposición de monarcas de Estados vasallos para reforzar sus tropas. El grueso del ejército estaba formado por la infantería y por unidades de carros ligeros. En el arte de la caballería los especialistas eran los pueblos mitannios vecinos, de los que nos ha llegado un tratado sobre los caballos (Kikkuli).



La Babilonia de los sucesores de Hammurabi caerá en manos del hitita Mursili I (1550-1530 a. C.). La imagen divina más celebre de Mesopotamia, la estatua de Marduk del santuario Esagila de Babel, pasó a engrosar las colecciones de dioses reunidas por los hititas. La expresión "los mil dioses de los hititas" llegará a hacerse proverbial. Dioses supeditados siempre al del Tiempo o de la Tempestad de Hatti y a la diosa solar Arinna.

Los hititas tendieron por lo común a respetar las divinidades locales de los territorios conquistados. En la religión de Estado, el panteón oficial tiene su dios principal, llamado genéricamente el dios de la Tempestad, llamado Taru; su esposa, Wurusemu (Arinna), es una diosa solar. El Estado no renunciaba a ejercer un cierto control sobre los cultos locales. Los dioses hititas estaban en la cima del panteón oficial sobre los dioses locales. La presencia del rey como sacerdote en ellos era necesaria en los actos religiosos importantes de los diversos santuarios. El culto empleaba a gran número de sacerdotes y servidores en los grandes templos.



Los hititas son muy religiosos y, en ciertos aspectos, anuncian a los etruscos, que a través de Lidia debieron tomar de aquellos algunos elementos de civilización.

Los textos que nos revelan de forma más inmediata las vivencias religiosas hititas son las plegarias, donde se manifiesta el pragmatismo, aunque hay casos (plegaria de Kantuzili) en que el diálogo con Dios alcanza tonos íntimos.

El rey Shuppilulyuma, alrededor de 1370-30 a. C., contemporáneo del egipcio Akhenaton, convirtió el imperio hitita en la potencia rectora de Asia, más poderosa de Babilonia y Asiria; llegó a tener como vasallo al rey de Ugarit.

En la batalla de Kadesh (hacia 1285 a. C.) el rey hitita Muwatali puso un límite a las aspiraciones de Ramsés II de dominar Siria. En los anales de la "historia oficial" Ramsés II se negó a reconocer su derrota. El tratado subsiguiente (1269 a. C.) marcó que Egipto se constreñía a Palestina, y daba pie a la ayuda mutua de los dos Estados. Pocos años después, Ramsés se casó con la hija del nuevo rey Hattusili III.

El reino hitita consolidó su dominio en el norte de Siria y acrecentó su poder económico algo después con el control de Alashiya (Chipre), la isla del cobre y gran enclave comercial. Eran los tiempos de Tudaliya IV (1250-1220 a. C.)

El rey elegía y nombraba al sucesor bien por ser de la familia, bien por sus aptitudes. La asamblea de nobles, panku, a cuya jurisdicción estaba sometida la conducta del rey, e incluso su enjuiciamiento en caso de delito de sangre, ratificaba la elección del soberano. Para evitar las conspiraciones a que se prestaba este sistema, el rey Telepinu dictó una ley sucesoria que establecía un orden fijo entre los príncipes y princesas.

Como los reyes adoptaron todos el nombre de Labarna (nombre del primer rey), las reinas tomaron el nombre de Tawananna, la esposa de aquél. El rey otorgaba la soberanía de ciudades y de Estados vasallos a los príncipes de su familia (numerosos, por la práctica de la poligamia). Karkemish (en el Éufrates medio) y Halpa (Alepo) estaban estrechamente unidas al Estado hitita desde la época de Shuppilulyuma, que había puesto a dos de sus hijos como gobernantes de Karkemish y de Halpa.

Otros grupos sociales eran el personal de los templos (había ciudades sagradas como Arinna, administradas por sacerdotes); los funcionarios civiles, jurídicos y militares del Estado; los artesanos (con magnífica artesanía en cerámica, metal precioso y bronce), los campesinos, los colonos, los grupos nómadas (bien pastores, bien deportados y rehenes).




La frontera occidental del Estado hitita queda imprecisa, pero es conocido que en la comarca llamada Isauria en la Antigüedad se sitúa la frontera occidental de los monumentos hititas: el castillo de Gavur-Kalasi en Haymana, al suroeste de Ankara



 y el santuario de Eflatunpinar, a unos quince kilómetros nordeste de Beyshehir.




A la campaña de Tudhaliyas IV se deben la imagen del "padre hitita" en torno al golfo de Esmirna, y la imagen de "la madre de los dioses" en Akpinar, a pocos kilómetros de Magnesia (Manisa).

La arqueología nos ha aportado muchas tablillas de barro cocido escritas en caracteres cuneiformes, donde destacan por su número los documentos históricos, pero les siguen en cantidad los textos que se ocupan del culto, las fiestas y rituales; los textos administrativos y legales; las tablillas dedicadas a signos astrales, los presagios y la adivinación, los textos con narraciones mitológicas y legendarias y con plegarias e himnos a los dioses.

A diferencia de los crueles testimonios característicos de los monarcas de Mesopotamia o del triunfalismo de los faraones egipcios, los Anales históricos de los reyes hititas no se centran en descubrir cabezas cortadas, enemigos torturados y ciudades arrasadas, ni insisten en ensalzar hasta lo inverosímil la fuerza y la capacidad militar del soberano, sino que suelen exponer de modo escueto sus hechos. Así ocurre, por ejemplo, en la Proclamación de Telipinu, que reinó a fines del siglo XVI a. C. Quizá fue él quien inspiró la primera redacción del interesante código legal hitita, donde no existen los denigrantes castigos corporales previstos en otras legislaciones como la de los asirios.

También destacan los Anales y algunas hermosas plegarias de Mursili II (segunda mitad del siglo XIV a. C.) y la Apología de Hatusili III, que, como ascendió al trono por medio de un golpe de Estado contra su incapaz sobrino, trata de demostrar que ha sido la divinidad la que ha determinado sus acciones.

Otros textos narran mitos antiguos de los hititas, asociados a ritos propiciatorios o a prácticas mágicas.

Asociadas a los rituales estacionales, conocemos dos versiones de la lucha contra el Dragón, que simboliza la sequía, la muerte, y que acaba por ser derrotado. De modo semejante, ciertas prácticas mágicas de propiciación se complementan con las versiones del mito en que una divinidad se irrita y desaparece, lo cual trae desgracias a los hombres; pero mediante una práctica mágica el dios regresa y la normalidad se restablece.

Los archivos de los escribas del palacio hitita conservan versiones de algunas obras maestras de las literaturas vecinas: el poema Gilgamés, fragmentos del poema acadio Atrahasis (sobre el diluvio, "cuando los dioses hacían de hombres"), mitos cananeos, pero, sobre todo, los poemas de los vecinos hurritas: El reinado de los cielos o Teogonía (con asombrosos puntos en común con la "Teogonía" de Hesiodo), Hedammu (donde Kumarbi, el padre de los dioses, no se resigna a su papel de dios destronado) y, más importante, Canto de Ullikummi (reelaboración más lograda del tema de Hedammu, donde vuelve a aparecer la diosa Istar).





El arte hitita pertenece por completo a la esfera del culto religioso. En la muralla de Bogazkoy, la arquitectura ciclópea con esfinges femeninas tiene una grandiosidad semejante a la de sus coetáneas micénicas. Y la escultura rupestre dejó estupefactos a los griegos. Los relieves de Yazilikya, santuario rupestre, son del reinado de Tudaliya IV (del siglo XIII a. C.). En ellos se ve a este rey abrazado por el dios Sarruma.



El extraordinario relieve de Yazilikaya, aunque no está acabado ni cuidado ni ordenado, está lleno de vida, de emoción, de un humor indefinible. Representa una fiesta de la primavera, para cuya celebración los "mil dioses del imperio hitita" se encuentran en la casa del dios del tiempo Teshub, al que acompañan la diosa solar Hebat y su hijo Sarruma. A la diosa le sigue un gran cortejo de divinidades femeninas y al gran dios del tiempo le siguen los dioses de la vegetación, del agua, de la montaña, del sol y otras divinidades masculinas.




Hacia el año 1200 a. C. los registros arqueológicos señalan el fin de Hattusa y de otras localidades, el cese de su gobierno y el retroceso general de todo el país.

El hecho suele atribuirse al movimiento de los que los egipcios llaman "pueblos del mar", un movimiento de vastas proporciones que se hizo sentir en Grecia (destrucción de Micenas, Pilos, Tirinto), en Asia (invasión de Chipre, toma de Ugarit), en Egipto (Ramsés III hacia 1190 a. C. logró detener a los agresores cuando iban a entrar en el país).

De los "Pueblos del Mar" hemos hablado ya en:
http://todosobrelemuria.blogspot.com.es/2015/02/breoghan.html


Bibliografía: Blanco Freijeiro, Bendala, Bernabé Pajares, González Salazar, Álvarez-Pedrosa

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