lunes, 11 de febrero de 2019

RECUERDOS DE ATLÁNTIDA: CANARIAS (2)


 Los guanches eran un pueblo de pastores guerreros que perduró hasta la segunda mitad del siglo XII. Vivían en poblados situados en barrancos, y sus casas eran cuevas formadas por el terreno volcánico de la isla o bien construcciones de piedra sin argamasa cubiertas con un techo de troncos y ramas o cuevas excavadas. Los hombres agrícolas preparaban la tierra con arados de cuerno de cabra.

La vida de los guanches está rodeada de misterios sin resolver. Es probable que las mujeres en los silos se encargaran de conservarlos y mantenerlos. Las mujeres también recolectaban distintos frutos y plantas silvestres y sembraban el grano. Las mujeres elaboraban los “gánigos”, vasijas de barro, de cualquier tamaño, de formas ovoide o redonda, con o sin asas. Las decoraban con punzón y haciendo figuras geométricas, líneas o símbolos solares.



 
Los jefes de cada poblado tenían las paredes cubiertas con planchas de madera sobre las que se hacían decoraciones. Las paredes de las casas del pueblo se decoraban con pinturas geométricas.


La alimentación incluía el “gofio”, harina de grano tostado que tomaban mezclada con leche o como guarnición en algunos platos, y la leche, el queso, la manteca, por lo que el ganado tenía cierta importancia. No consumían demasiada carne, salvo en fechas señaladas en que preparaban corderos, cabritos, cerdos e incluso perros, y curaban y trabajaban las pieles de ovejas y cabras con útiles de piedra y de hueso para coserlas después.
 
Pero esta aparente riqueza pertenecía al Mencey, cabeza del poblado guanche, quien distribuía los bienes y aportaba todo lo necesario para los festejos y reuniones, que celebraban en círculos de piedras donde se sentaban los personajes más importantes.



Los cronistas de la época (como fray Alonso de Espinosa) decían haber visto dos estatuas de piedra que representaban una al dios padre, y la otra a la diosa madre que es una con el dios padre. Para los guanches, el dios supremo estaba representado por el Sol, y por una diosa madre, principio conservador de la vida, que fue rápidamente identificada con la Virgen María.
 
El guanche Antón, prisionero de los españoles, convertido al cristianismo, volvió a la isla y cristianizó la aparición de una Dama a unos pastores en una cueva donde además había luces en movimiento en determinadas fechas. Los conquistadores castellanos encontraron una imagen de nuestra Señora de la Candelaria introducida por el guanche Antón y adorada por los guanches en una cueva de Tenerife.


Había vírgenes llamadas Maguas, Harimaguadas o Harimaguas que habitaban en las grandes cuevas, llevaban vida de clausura, guardaban continencia, se dedicaban a la oración, a las danzas sagradas con plegarias a Dios, la enseñanza, a reformar a los delincuentes que tenían asilo en sus recintos. Sólo en las grandes calamidades les era permitido salir en procesión con palmas y ramas en las manos y se dirigían al mar para azotarlo simbólicamente. Podían casarse siempre que lo consintiera el Mencey, el soberano. Entre estas vestales canarias, las sacerdotisas aztecas, las vírgenes incaicas del Sol, hay ciertas semejanzas (Menéndez Pelayo).

Las vestales canarias eran también las encargadas de bautizar a los recién nacidos. La ceremonia de purificación por el agua (fray Alonso de Espinosa, 1594) revela una gran semejanza con el sacramento del bautismo cristiano: fray Alonso cuenta que, cuando alguna criatura nacía, llamaban a una mujer que tenía bautizar por oficio y que echaba agua sobre la cabeza de la criatura y contraía parentesco con los padres.


Había hombres, los “faicanes”, “faysages” o sumos sacerdotes (Marín y Cubas, 1694) que los españoles encontraron al llegar a las islas y que subsistieron hasta mucho tiempo después. Vivían en clausura a modo religioso, vestían con pieles y ropas hasta el talón, observaban rectas y elevadas costumbres, adivinaban el porvenir, sabían de memoria las historias de sus antepasados, contaban consejas de los Montes Claros de Atlante en metáfora de palomas, águilas, e iban como maestros a enseñar a los jóvenes.

Por otro lado, los guanches ofrecían culto a Guayota, una deidad del mal, que los cristianos identificaron con el diablo, que vivía en el Teide. El dios no era amado, aunque sí respetado y temido. La tradición dice que de noche adoptaba la forma de un perro solitario y lanudo que vagaba por la isla. Un encuentro con un perro salvaje podía ser dañino para el ganado.


DRAGO
Los guanches ofrecían culto a divinidades en diferentes localizaciones naturales, depositaban ofrendas en cuevas y orificios naturales. Los lugares sagrados eran montañas o “roques” que sostenían en equilibrio el cielo y la tierra. Se veneraban con cultos solares ciertos roques, como el Aguayro, el Bentayga o el Nublo. Al árbol autóctono, el drago, de propiedades curativas, los guanches tenían por genio protector.


 BENTAYGA

Había grandes ceremonias en la sociedad guanche:

Proclamación del nuevo Mencey, en que se sacaba un hueso del antecesor más antiguo de la dinastía para que el Mencey proclamado lo besara; después, el hueso se volvía a guardar, cuidadosamente envuelto en finas pieles. Cada tribu guanche guardaba en el “tagoror” un hueso del más antiguo rey de cada linaje y sobre él pronunciaba la fórmula “agoñe jacoron yñatzahaña chacoñamet” (‘juro por el hueso de aquel día en que te hiciste grande’).

El rito de la lluvia, practicado en épocas de sequía. Todo el pueblo ayunaba, se suprimían todas las celebraciones, se hacía una romería hasta un lugar alto llevando el ganado, pero sin las crías. Las crías empezaban a balar, y los guanches gritaban y lloraban pensando que sus lamentos, oídos en el cielo, harían que los dioses se apiadaran y enviaran la lluvia.

Fiesta de Año nuevo que, según su calendario lunar, era hacia finales de abril, momento de las fiestas de primavera, con bailes, comidas y competiciones deportivas.


Fiesta de la Cosecha. La gran fiesta del año, entre julio y agosto, que entrañaba el cese de cualquier guerra y el establecimiento de una tregua sagrada que facilitaba el encuentro para celebrar juegos, banquetes y bailes. Había desafíos de levantamiento de piedras, competiciones de arado, lucha cuerpo a cuerpo (lucha canaria).

CUEVA DE LOS CANDILES
  Fiesta de fecundidad. Por las imágenes talladas en piedra, diosas desnudas con los atributos sexuales exagerados, y la simbología de la Cueva de los Candiles en Artenara (Gran Canaria) había ciertos rituales de fecundidad. En el norte de África, hay semejanzas con el ídolo de Tin Hinar en Hoggar, las estatuillas en Guerede (Tibesti), los dioses preislámicos de Kanniani en Mali, los ritos celebrados en Marruecos (Fez, Safron, Taza, Oudja, Qued, Seoura) hasta 1933.

Lamentamos tener que inhabilitar los comentarios para evitar las entradas de comentarios fuera de lugar que enlazan con links y promociones de tipo casi delictivo industrial, comercial, casinos, criptomoneda, pornografía y demás. Si Google no hace nada nosotros tenemos que hacerlo.