Los primeros grupos de judíos llegaron
a la Península Ibérica poco después de la destrucción del segundo
Templo de Jerusalén (70 d. C.).
Bajo el dominio romano y en tiempos de
los monarcas visigodos, se documenta su presencia en el litoral
mediterráneo (Barcelona, Tarragona, Tortosa, Baleares, Orihuela,
Elche), el valle del Guadalquivir, Granada, Toledo y Mérida. Los
judíos se distinguían no por la raza, sino por su concepción
religiosa, por sus creencias; en lo demás eran semejantes a los
hispanorromanos.
Sin embargo, su situación cambió a
raíz de la conversión del rey visigodo Recaredo al catolicismo
(589). El rey Sisebuto (en el trono desde el 612) persiguió a los
judíos en un intento de acabar con la disidencia religiosa que tenía
visos de transformarse en disidencia social y política.
AL-ANDALUS
En estas condiciones, se comprende que
los judíos recibieran a los invasores musulmanes del 711 como
libertadores, tanto más cuanto los musulmanes consideraban que
cristianos y judíos, por su condición monoteísta, por ser
religiones del Libro, por compartir Patriarcas ancestrales, merecían
un trato especial: se les toleraba e incluso se les garantizaba la
seguridad personal.
En la España musulmana surgieron
importantes comunidades judías en Granada, Jaén, Almería, Lucena,
Sevilla, Tarragona, Barcelona, Zaragoza…
Hubo judíos que llegaron a ocupar
cargos políticos de responsabilidad: por ejemplo, Hasday ben Saprut
en tiempos de Abd-al-Rahman III (912-961) y Semuel ha-Naguid, quien
hasta su muerte (1056) gobernó de hecho en el reino Zirí de
Granada.
Los judíos andalusíes, que se
consideraban descendientes de las más ilustres familias de
Jerusalén, pensaron que era hora de independizarse del magisterio
espiritual, jurídico, literario de Babilonia. Desarrollaron de forma
autónoma la lingüística, los géneros literarios y los estudios
bíblicos judíos. La mayoría hispanohebrea tenía el romance y el
árabe como lenguas maternas. Para la Sinagoga quedaba como lengua
sagrada la lengua hebrea.
Los últimos años del Califato de
Córdoba y la época de los reinos de Taifas, hasta mediados del
siglo XII, marcaron el momento de máximo esplendor para la comunidad
hebrea de al-Andalus. El sabio Abraham ibn Ezra sirvió de puente
para difundir por la España cristiana y por Europa los frutos
abundantes de la cultura hispanohebrea, que había gozado ya de 200
años de esplendor.
En la Zaragoza de la primera mitad del
siglo XI hubo un núcleo fecundo de literatos, poetas y pensadores,
cuyo mayor representante fue Selomoh ibn Gabirol, conocido por los
cristianos como Avicebrón.
VIDA Y OBRA
Selomoh ibn Gabirol vivió en la época
de desintegración del Califato de Córdoba, cuando murió Al-Mansur
(1002), se asentaron los beréberes y se formaron los reinos de
Taifas.
La corta vida de Selomoh ibn Gabirol,
nacido en Málaga en el 1021, prolongada poco más de treinta años,
no le impidió ser recordado (Al-Hazirí, Abraham Ben David,
Abenezrá), tener buena fama entre los poetas y los sabios de su
época, e influir en autores judíos y cristianos. Influyó en la
filosofía y la literatura a través de autores como Bahya ibn
Paquda, Yehuda ha-Leví, Yehuda al-Harizi. Posteriormente, fue
rechazado por Maimónides, por Tomás de Aquino. Pero también
aceptado por Duns Escoto, la escuela franciscana, Baruch Spinoza.
Escribió sus obras filosóficas y, en
general, su obra en prosa en lengua árabe. Reservó el hebreo para
lo más personal: la poesía, por su intimidad y por ser el hebreo
lengua sagrada en que podía cifrar un mensaje cabalístico, como en
su obra “Keter-Malkut”.
En Málaga se refugiaron temporalmente
Semuel ha-Naguid ibn Nagrela, para quien Ibn Gabirol compuso algunos
poemas elegíacos, y Aben Házam, con quien Ibn Gabirol entabló
amistad. Semuel ha-Naguid volvió a Granada. Por su cultura y sus
dotes de calígrafo entró en la corte zirí de Granada. Semuel fue
el “nagid”, cabeza de las comunidades judías, y, a la vez,
secretario y consejero de dos reyes, Habus y Badis.
TAIFA DE SARAQUSTA
Selomoh ibn Gabirol, con pocos años de
edad, emigró a Zaragoza, donde eran protegidas las letras. Zaragoza,
en tiempos de Ahmed I, era una de las ciudades más ricas de
al-Andalus y con muchos habitantes judíos, con intelectuales salidos
de Córdoba.
Ibn Gabirol halló un mecenas, el alto dignatario
Yequtiel ben Isaac ibn Hasan, a quien el poeta dedicó dos poemas,
uno de alabanza y otro elegíaco.
La envidia y la burla le hicieron
difícil la existencia al poeta. Quedó huérfano a edad temprana, y
tuvo que valerse de mecenas para subsistir. Sobre el 1045 se fue de
Zaragoza, posiblemente por las envidias que suscitaba entre los
pseudopoetas que suelen rodear a los mecenas. Selomoh ibn Gabirol fue
poeta precoz que se enfrentó con los de su generación; conocía su
propia valía y no se doblegaba.
GHARNATAH AL-YAHUD
Cuando salió de Zaragoza, se dirigió
a Granada, donde su relación con Semuel ha-Naguid ibn Nagrela fue
fluctuante, llena de altibajos, lo que no impidió que le dedicara
poemas de admiración. Aunque buscaba amistad, encontraba soledad.
Pero buscó refugio en el Ser Supremo, su “Roca”. La fecha de su
muerte es incierta, se localiza en Valencia entre 1053 y 1058.
OBRAS
Cuando tenía 19 o 20 años redactó
una gramática, “Anaq” (‘El collar’), de la que se conservan
pocos versos, una cuarta parte, y ya manifestó el valor intrínseco
de la lengua hebrea.
Se le atribuye, sin argumentos seguros,
la redacción de una colección de máximas, “Selección de
perlas”, en árabe (1045). Se inicia con un capítulo dedicado a la
sabiduría, y casi todos los capítulos se introducen con las
palabras “dijo el sabio…”. La búsqueda de la sabiduría ocupa
un lugar preponderante en toda la producción de Selomoh ibn Gabirol.
Él diferencia entre el saber como conocimiento intelectual y la
“sabiduría del corazón” (verdadera). La sabiduría que no se
expresa en actos no es tal. Para que se exprese en actos es
importante la disciplina moral.
Hacia la misma fecha se sitúa su
tratado práctico de educación, “Corrección de caracteres”, con
una perspectiva racional, psicológica y fisiológica, acerca de los
20 tipos fundamentales. Sus deducciones éticas son confirmadas con
citas de la Escritura.
Escribió una obra metafísica, “Fuente
de la Vida”, con una visión neoplatónica del Universo, según la
cual expresa que la “emanación” y la “creación” no se
contraponen, sino que se complementan; estas son ideas de Plotino y
de la escuela de Alejandría. El libro está compuesto como diálogo
entre maestro y discípulo. El original árabe del libro se perdió,
pero esta obra se conoció (y se difundió entre los cristianos) por
haberse traducido al latín (“Fons Vitae”) en la Escuela de
Traductores de Toledo en la segunda mitad del siglo XII y por haberse
conservado un extracto en versión hebrea. En esta obra el autor
afirma: “lo que es más necesario conocer en cuanto conocimiento es
conocerse a sí mismo, a fin de que de esa manera el hombre conozca
claramente las cosas que están fuera de él, pues su esencia
comprende todas las cosas y las penetra, y todas las cosas están
sometidas a su poder.”
POESÍA
Los poetas hispanohebreos de su tiempo
se dejaron impregnar por las formas métricas árabes, ya intentaban
transformar las estructuras poéticas (con rimas internas, con
estrofas y estribillo) y Selomoh ibn Gabirol está considerado el
primer poeta que introdujo con regularidad en el hebreo los metros
árabes y uno de los primeros, junto con Selomoh ha-Naguid, en
utilizar la “moaxaja”. También utilizó el zéjel árabe, el
pizmón hebraico, la “aryuza” (verso de rima interna) y destacó
por crear nuevas palabras para la lengua hebrea.
A pesar de todo, los poetas
hispanohebreos no abandonaron la técnica hebrea antigua del verso
libre sin rima, y de versos de longitud desigual, donde prima el
ritmo y el contenido sobre el patrón métrico (caso de la obra
“Keter-Malkut”).
Perfiló Ibn Gabirol una poesía más
convencional, de acuerdo con los modelos hispanoárabes, y otra más
personal, donde con fuerza inusitada para su época expresó sus
sentimientos y sus luchas íntimas, como en estos versos:
Ayer adquirí un poco de inteligencia
y el destino se apresuró a pedir su
precio.
Mientras viva cabalgaré para adquirir
inteligencia,
aunque el destino no quiera aparejar su
montura.
No flaqueará mi corazón a causa de mi
destino
sino que cumplirá su voto sin
anularlo.
Realmente, Selomoh Ibn Gabirol es uno
de los más grandes líricos de la Edad Media y merece un puesto de
honor en la enseñanza de la Literatura universal.
Escribió sentidas
elegías (por las muertes de su padre y de su mecenas, Yequtiel), así
como poesía, incluso moaxajas, para ceremonias (“piyutim”,
‘salmos’), donde los versículos bíblicos eran repetidos por los
fieles a modo de estribillo, poesía íntima, cordial, casi mística,
para las sinagogas, en la que se hacía portavoz del sentir religioso
de su pueblo. Introdujo diálogos dramáticos (por ejemplo, entre el
alma y el cuerpo; entre Israel y Dios), temas cosmológicos, asuntos
esotéricos, a veces adopta tintes nacionalistas (deseo de la pronta llegada del
Mesías).
En otras composiciones, sin embargo,
revela pesimismo existencial, decepción profunda, proyectados o
reflejados en la naturaleza; o enfrentamiento a sus contemporáneos,
ignorantes, con sátiras amargas, donde desahoga un pesimismo nacido
de la conciencia de la debilidad del hombre, de la lucha interna
entre su corporeidad y su espíritu, y de su impotencia para alcanzar
la meta del conocimiento.
KETER-MALKUT
En su gran libro “Keter-Malkut”
(título que debe traducirse correctamente como “La Corona-El
Reino”) se condensa la unidad de su vida y de su conocimiento
esotérico, expresa lo esencial de su pensamiento religioso y
filosófico, e integra cábala, astrología y un alto sentido
místico.
Este libro consta de una breve
introducción y de 40 cantos en prosa rimada de estilo coránico:
primero, alaba la grandeza de Dios y enumera sus atributos; en el
canto octavo, por ejemplo, exclama el poeta:
Tú eres Dios, y todos los seres son
tus siervos
y tus adoradores.
Y nada le falta a tu gloria
a pesar de aquellos que adoran a otros
que a Ti;
pues son como ciegos
cuyo deseo sería seguir la vía real,
pero se apartan del camino.
Uno se ahoga en el pozo de la
corrupción,
y otro cae en el abismo;
todos se imaginan haber cumplido su
deseo.
Pero en vano se han cansado.
Mas tus siervos son clarividentes:
siguen un camino recto,
y no se apartan ni a derecha ni a
izquierda
de la ruta,
hasta que han llegado al atrio de la
morada real.
Después, en los cantos del centro del
libro, describe los cuatro elementos y, con sus correlatos
planetarios, las esferas de la Creación, los diez sephirotes o
dimensiones espaciales del Cosmos, que constituyen el camino del Alma
hasta encontrar a Dios; he aquí unos versos, los del canto 28, donde
habla de espacios reservados por Dios para las Almas que se
santifican y para las de los condenados:
¿Quién podrá descubrir tus arcanos?
Dispusiste en el Cielo habitaciones
secretas
y lugares ocultos.
Cosas sorprendentes se cuentan al
respecto,
y se citan cosas milagrosas.
Son receptáculos de vida
para las almas puras e inocentes,
son receptáculos de dicha
para aquellos que se arrepintieron de
su pecado.
Son en fin receptáculos de fuego, de
brasa y de azufre
para aquellos que han transgredido
el pacto de la alianza,
receptáculos: abismos profundos en
donde el fuego
jamás se apaga,
en donde aquel que el Eterno condena
caerá;
receptáculos de tormenta y
torbellinos,
de heladas y de frío,
receptáculos de granizo y de hielo
y de sequedad y de nieve,
de calor también y derramamientos,
de torrentes,
de vapor, escarcha, nubes, nieblas,
de profunda oscuridad y de tinieblas.
Y todo ello preparado a su tiempo,
bien sea para castigo de la tierra,
bien para misericordia con aquel
que se santificó.
La parte “astrológica” se
encuentra en el centro del poema, como si fuera el corazón, el
vínculo entre Dios (tratado en la primera parte) y el hombre
(tratado en tercer lugar).
Finalmente, en “Keter-Malkut”,
sabiéndose el autor concupiscente y miserable, suplica el perdón de
sus pecados y se hace partícipe del destierro, penitencia del pueblo
de Israel, que clama por volver a Dios. El destierro se aprecia como
trance de purificación, a través de los sephirotes, del Alma
(Israel) para unirse con Dios. Pero no todos los poemas de Ibn
Gabirol se pueden interpretar místicamente (Dios-Amado;
Alma-Amante), sino que lo más patente es una referencia al pueblo
judío como tal.
Lo más sorprendente es que la poesía
medieval hispanoárabe e hispanohebrea apenas ocupa un lugar en los
manuales de literatura española. El conocimiento que se da es
incompleto, abstracto. ¿Cuántos estudiantes españoles han leído
una casida clásica o modernista, o una “risala”, o un poema
sinagogal, o un zéjel o una moaxaja completa con su jarcha romance,
escritos en la España del medievo?
JORNADAS DE CULTURA HEBREA ABRIL 2016
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